Huérfanos electorales
Salir a votar con la mentalidad de hacer “control de daños” es equivocado. Salgamos a votar para hacer viva la democracia y luego —gane quien gane—, seguir participando de modo que cada vez haya más sociedad y menos gobierno en la dinámica política del país.
Llegó y pasó el tercer debate presidencial, también los cierres regionales de las campañas y sin grandes sorpresas todo sirvió para terminar de hacernos una idea de la forma de pensar y afrontar los cuestionamientos entre los candidatos. Pero la pregunta permanece ¿Qué queda después de tres meses de campaña? Pues queda un buen número de “indecisos” —les dicen las encuestadoras—, otros preferimos llamarnos “huérfanos electorales”. Sí, somos de esos a los que ningún candidato convence, ya sea por sus propuestas, por sus partidos o por el candidato en sí mismo. Somos de esos que —según dicen algunos medios de comunicación— podemos ser “el fiel de la balanza”.
Somos de esos que en su sentimiento de orfandad electoral enfrentamos la paradoja de sentirnos un poco verdugos de México al ejercer el sufragio por cualquiera de las opciones disponibles. Sí, somos aquellos que quizá somos más sensibles a la tesitura, a la encrucijada. Sí, somos aquellos, insatisfechos, desconfiados, decepcionados y hasta uno que otro confundido. Aquellos que se repiten a sí mismos: “México merece más”; “¿Cómo es que llegamos a esta situación?”. Y podríamos seguir señalando inconformidades que harían turbio el panorama. Pero ser huérfano electoral no es malo, todo lo contrario, puede ser muy positivo, cara a la democracia y al voto libre. Aquellos que si bien aún no han decidido por quién votar, no es por que no tengan una opinión o convicción política.
Yo aún soy huérfano electoral... Y no logro, en conciencia, decantarme por Ricardo Anaya. No soy profeta, pero mi augurio en ese caso es que la decepción sería peor que con Vicente Fox. Tampoco soy verdugo, por eso no votaré por Andrés Manuel. La falta de seriedad del Bronco me resulta surrealista y aunque técnicamente lo más sensato pudiera ser votar por Meade, a éste le pesa mucho el historial de corrupción —antiguo y reciente— del Revolucionario Institucional. Sí, aún quedan días para pensar.
Los huérfanos electorales somos aquellos que tenemos hasta el último momento para decidir el voto y el criterio para discernirlo. En esta campaña, los medios de comunicación, los partidos y los candidatos no han estado a la altura. Tendremos que ser la ciudadanía —los de a pie— quienes procuremos dar la muestra. Y es que son tales las contradicciones de las que hemos sido testigos en esta campaña electoral, que lo más razonable es cuestionar la veracidad de las encuestas y opiniones en los medios de comunicación masiva y en la redes sociales. No es contumacia, es sentido común.
Al mismo tiempo, muchos de nosotros pensamos que en esta elección no hay que odiar a nadie, no hay que descalificar a las personas. Que pueden haber adversarios, pero que todos somos mexicanos. "La respuesta no es la democracia autoritaria, sino la autoridad de la democracia" diría Emanuel Macron en Estrasburgo, el pasado abril.
Somos los que sin filiaciones, servilismos, clientelismos ni fanatismos queremos, “desde nuestra trinchera” hacer patria. Considerando que “hacer Patria” es salir a votar libre, en conciencia y sin condicionamientos. Tal y como lo prevé la Constitución. Un derecho que costó a varias generaciones de mexicanos conseguir. No es hacer Patria ir a votar influenciado por manipulaciones y chantajes de propaganda.
Saldremos a votar el primero de julio: libres, sin condicionantes. Pues al ser huérfanos electorales, somos la prueba viviente de que las encuestas son un muestreo, proyección amplificada de una parte que bien pudiera no ser representativa de la realidad. Nunca es razonable “tomar la parte por el todo”. La vida no deja de sorprendernos... La democracia más.
Ser huérfano electoral es estar en crisis, sí. Pero también es libertad, es ser conscientes del precio a pagar y por lo mismo es oportunidad de un voto más libre, más responsable, más razonado. ¡Ánimo! ¡Hay que salir a votar! ¡Libres! Abrazando la paternidad que nos trae la democracia.
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